domingo, 16 de marzo de 2014

La buena medicina no es "oficial" o "alternativa": sólo puede ser humanamente solidaria y científicamente honesta

 
Hay debates que me cansan y me desazonan; la regulación de las medicinas alternativas o naturales ha levantado de nuevo una polémica desenfocada.

Algunos montan una balanza…

  • y en el platillo de la medicina oficial ponen un montón de agravios y desastres, casi todos ciertos; añaden la interpretación de los intereses comerciales de la Big Pharma, Big Tech, y Big Medicine… y también tienen mucha razón;
  • y en el otro platillo ponen las ventajas de medicinas basadas en interpretaciones y culturas de miles de años, en el carácter inofensivo y escasamente iatrogénico de las terapias recomendadas, y en la existencia de dimensiones diferentes a las que explora la ciencia oficial, y que ésta simplemente no quiere mirar por falta de interés (o por interés comercial), o que no puede negar porque excede su capacidad de exploración (aspectos espirituales o intangibles).

En respuesta otros cambian en los platillos el contenido…
  • en uno enfatizan los grandes logros de la medicina y la farmacia “oficial”, incluyendo también aquellos que no le corresponden…  
  • y en el otro realizan un inventario de la superchería y engaños que se esconden detrás de naturópatas y demás practicantes del credo alternativo, incluida la objetiva tendencia a apartar a pacientes de la senda del tratamiento efectivo que podría beneficiarles.


Pero… el problema no es la MEDICINA OFICIAL o CONVENCIONAL (con desaguisados notorios); El problema tampoco es el de la imperfección de eso que llamamos MÉTODO CIENTÍFICO (con falacias y fallos clamorosos): El principal problema es que en el pensamiento trivial (asociaciones de eventos) o tradicional (continuación de las tonterías milenarias), caben desde la genialidad hasta la estupidez criminal… y sin reglas ni medios para diferenciarlos.

Enfatizo: sin reglas de juego para saber si algo funciona o no funciona.

En el fondo, el llamado método científico son un conjunto de métodos y estrategias para poner a prueba nuestras subjetivas certidumbres. Incluso si no sabemos cómo funciona una terapéutica (agua de Lourdes, pócimas vegetales, pulseras magnéticas, piedras semipreciosas, fármacos diluidos en partes por millón), cabría diseñar un tipo de ensayo o prueba que nos permitiera saber si mejora determinados síntomas o enfermedades. 

Y si no se hace hay que empezar a sospechar de que alguien no tiene buenas intenciones…  

Mi padre, recientemente fallecido, era un médico internista (reconvertido a generalista), profundamente racionalista y agnóstico… Vivió en Venezuela muchos años, y observó el uso y abuso de curanderos y otros proveedores de remedios entre naturales y mágicos; al volver a España a practicar medicina le llamó la atención el creciente predicamento que tenían las terapias alternativas con apariencia y respetabilidad médica… su comentario sobre estos temas era más o menos el siguiente:

… si algún sanador tiene un remedio que cree que funciona, debe compartirlo por razones de humanidad y debe evaluar su efectividad por razones de honestidad. Si lo guarda para sí, y no facilita que otros puedan analizar si es valioso o inútil… , o es un canalla, o es un sinvergüenza...  

Repu

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