lunes, 10 de octubre de 2016

La Crisis ha erosionado los servicios sanitarios (entrevista para El Periódico de Aragón)



«Con la crisis se ha erosionado la calidad de los servicios de la salud»
EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
09/10/2016


Aragón es la segunda comunidad con mejores servicios sanitarios, por detrás de Navarra. Eso es lo que aseguró el último informe de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP). El estudio valora los servicios sanitarios autonómicos en una escala de puntos en función de criterios como el gasto sanitario, el número de camas, médicos y enfermeras por habitante, las listas de espera, la valoración de los ciudadanos o el grado de privatización. Pero, ¿hasta qué punto todos esos ránkings son fiables y realistas? El doctor José Ramón Repullo apunta a que este tipo de listas «apasionan al público y los políticos, mientras que los expertos y estudiosos nos previenen de ellos». Actualmente, es jefe del Departamento de Planificación y Economía de la Salud en la Escuela Nacional de Sanidad y miembro del Instituto de Salud Carlos III.

—¿Qué opina de la clasificación elaborada por el FADSP?

—Los expertos y estudiosos nos previenen de los ránkings, por más que al público y a los políticos les apasionen, por varias razones. La primera, y quizás la más importante, es que la realidad es multidimensional: puede haber una comunidad buena en Salud Pública, otra buena en Atención Primaria, otra en Cirugía, otra en Cuidados Paliativos, otra en Neonatología… ¿se atreve alguien a juntar tantas dimensiones en una única calificación?; y si nos atrevemos, ¿con qué peso? Entonces, no hay más remedio que revisar uno por uno los indicadores. Precisamente, esto es lo que permite la base de datos que compara las CCAA, llamados Inclasns (Indicadores clave del Sistema Nacional de Salud), que está completamente disponible en el portal estadístico del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, etc. Siempre animo a los informadores sanitarios a usarla más a menudo.

—¿Cómo ve el estado actual de la Sanidad española y, concretamente, la aragonesa?

—Hasta ahora, el Sistema Nacional de Salud era bueno, efectivo y de calidad; el mejor servicio público español. Tenía problemas que había que afrontar; pero con la crisis se abandonó su apoyo político y económico, y se erosionó la calidad de los servicios. Ahora sigue siendo un buen sistema, aunque los profesionales están más desmoralizados y los pacientes y usuarios perciben las estrecheces y dificultades con las que se funciona. Y, además, para que el «pronóstico» no pase a ser «reservado», ya no se puede seguir «austerizando». Hay que reflotar este servicio público con firmeza, inteligencia y sensatez y acometer las reformas estructurales que ya venían siendo necesarias en los remotos y olvidados tiempos de la abundancia. Y eso va por todas las comunidades autónomas en general.

—¿Cree que se está gestionando bien el sistema aragonés?

—Aragón gasta más que la media española en sanidad (190 € por paciente), pero no hay que olvidar que cuenta con una población ligeramente más envejecida. También tiene algunos ámbitos en los que sobresale, pero luego unas listas de espera muy extensas. Todas las CCAA tienen sus más y sus menos. La aragonesa cuenta con unos resultados, en general, buenos: en 22 indicadores son mejores que la media y en 9 peores. Creo que es una buena lista para explorar oportunidades de mejora.

— ¿Cuáles son los problemas actuales más relevantes y lo más preocupante en materia de sanidad?

—La sanidad está crónicamente infra-financiada y la han sometido a una cura de adelgazamiento en los pasados cinco años. Por eso necesita recuperar la prioridad política para que se garantice la sostenibilidad externa. Pero no podemos engañarnos: la deuda que acumula España es tan amplia que en los próximos años, aunque no haya austeridad, tendrá que haber sobriedad. Y esto nos involucra a todos. No podemos volver a las andadas ni pensar que la pesadilla ha quedado atrás y que ahora todos recuperaremos la situación de partida.

—¿Qué habría qué hacer en primer lugar?

—Nuestro Sistema Nacional de Salud es el resultado de muchos cambios incrementales, que incluyen parches y apaños. Entre ellos, el papel del Ministerio de Sanidad, que ya no puede obviar la necesidad de nuevos instrumentos de gobierno, como son la gestión del conocimiento, la asignación inteligente de fondos vinculados a programas e inversiones, y la creación de marcos normativos nuevos para que las comunidades autónomas mejoren la gestión de personal y la gestión institucional.

— ¿Qué pautas aconsejaría para para mejorar la situación?

—La politización partidaria de la gestión de los centros sanitarios es un gran problema porque anula un recurso esencial para los cambios, como es la función directiva, ya que introduce discontinuidades que rompen las curvas de aprendizaje, y erosiona la legitimidad de gerentes y directores. Hay un interesante debate, y alguna iniciativa en algunas CCAA: órganos colegiados de gobierno, que aumente la supervisión técnica y social de la gestión y mejoren la transparencia y la rendición de cuentas; y sobre esta base apoyar la progresiva profesionalización de directivos. Esa sería la clave. Otras tres iniciativas esenciales: potenciar de verdad a la atención primaria; fomentar las estrategias de atención al paciente crónico, pluripatológico y frágil (incluidos enfermos terminales), y poner en marcha la «gestión clínica».

— ¿Y qué supondría eso exactamente?

—Hablo de una autonomía responsable de los equipos asistenciales, que es la única forma de avanzar; y para que estén alineados con los objetivos de los servicios de salud, se deben ir reduciendo los conflictos de interés del personal con fuentes externas de financiación e incentivación, y mejorando el trato del empleador público a médicos, enfermeras, y resto del personal: sin calidad de empleo es difícil conseguir más calidad asistencial. Vendría bien que el Sistema Nacional de Salud revisara el pacto social implícito con las profesiones sanitarias para actualizarlo y revitalizarlo, porque sin ellos no se puede avanzar en un mundo como el de la medicina moderna tan complejo, cambiante y lleno de desafíos.