miércoles, 29 de junio de 2016

Unidos-Podemos: pasar por el purgatorio puede ser un buen camino para conquistar el cielo (o al menos para acercarse).


Muchos se preguntan dónde han ido los votantes virtuales de Podemos, que rebosaban las encuestas y luego desaparecieron ante las urnas reales.

No voy a intentar dar una respuesta a esta pregunta, porque no creo que haya una única contestación, sino más bien varios vectores actuando a la vez. Pero sí quiero hablar de uno de estos vectores. Quizás no el mayor en su efecto electoral… a corto plazo.

El liderazgo de Pablo Iglesias ha sido hasta ahora un factor clave del rápido desarrollo de la imagen y el proyecto de Podemos. Desde el principio no dejaron de sorprenderme sus habilidades retóricas, su buen dominio de narrativas, una formación muy superior a la media, y su manejo insuperable de las diatribas y los debates en medios audiovisuales.

Me lo imagino como un excelente surfeador con su tabla; buscando cada vez una ola mayor para mostrar sus habilidades de ajuste al entorno.

Pero esta formidable adaptabilidad ha podido jugar una mala pasada. Con una ola actúa como un indignado, con otra como un progresista, con otra como un marxista, y con otra como un socialdemócrata… Y en cada papel cumple con mucha elegancia el surfeo. Pero al final acaba dejando un aroma de oportunismo, de superficialidad, e incluso de manipulación.

Demasiadas habilidades adaptativas crean un problema Darwiniano… paradójico contraste con Rajoy, modelo insuperable de inmovilidad adaptativa.

¿Solución? Asaltar el cielo parece que requiere pasar por el purgatorio. Algunos incluso pueden plantear que Iglesias se vaya una temporada al banquillo de Monedero, o cuando menos a un segundo plano discreto.

Y mientras tanto, aprender en la oposición del gobierno central (y en la función de gestión de los gobierno autonómicos y locales) a entender cómo funciona un Estado moderno, y, sobre todo, cómo se impulsan las políticas sectoriales desde el reformismo y regeneracionismo, radical pero competente: sanidad, educación y universidad, investigación, servicio sociales, función pública, gestión económico-administrativa del sector público, gestión contractual, políticas de personal, pensiones, prestaciones sociales, etc.

Porque no sólo de política en abstracto vive la gente. Y es a través de las “practicalities” de las políticas sectoriales y específicas, donde un reformista debe templar el acero de su talento y voluntad transformadora. Y al hacerlo se descubrirá que buena parte de la población, incluso la que se confiesa ideológicamente de izquierdas, es fieramente conservadora de tradiciones y privilegios y se aferra a gremios y estructuras que puedan darle ventajas o protección. Cuando se pretende ser “principialista”, uno acaba chocando con el “consecuencialismo” de las decisiones.

¿Ejemplos?: la ecología como restricción del desarrollo económico local; la reforma universitaria como peligroso desafío al confortable malestar del statu quo de los docentes funcionarios (y de los meritorios que esperan pacientemente su turno); y el curioso caso de los funcionarios de la administración general del Estado que tienen el privilegio de un sistema sanitario a la carta (público o privado) a través del mutualismo administrativo… aunque ellos dicen que no es privilegio sino un derecho adquirido o una conquista…

Trabajar en políticas sectoriales no hace amigos inmediatamente, pero da madurez, legitimidad y credibilidad. El acero se templa manejando los problemas reales de la gente y gestionando las contradicciones y las paradojas que estos problemas plantean.


Y además, en estas políticas sectoriales y específicas, es posible que se puedan trenzar alianzas con el PSOE, Ciudadanos, y otros partidos (nacionalistas por ejemplo) , que permitan deshacer nudos que complican la vida a las personas y ensombrecen el futuro económico y social de nuestro país. 

Porque desde la oposición también se pueden promover cambios, evitar errores y fomentar la conciencia de la ciudadanía. 

domingo, 12 de junio de 2016

Lationamérica: la micro-corrupción cotidiana... una historia de pobres pendejos que esperan cola...

Ahora que tanto se lleva comparar España y Venezuela, me cuenta un amigo muy viajado por toda Lationamérica esta anécdota sobre la micro-corrupción.

Resulta que mi amigo tenía que sacarse pasaporte y otra documentación de su país natal, tras una larga etapa de vivir fuera.  Su familia le pone en contacto con una persona que le va a ayudar; éste le lleva a las oficinas gubernamentales, y le conduce saltándose una larga cola al interior de los mostradores donde se atiende a los ciudadanos. Los funcionarios dejan de atender a la cola, se muestras efusivos con el conseguidor, que les regala unas medicinas y perfumes que lleva en una caja.

Consiguen así el primer documento, y van a otra cola donde se repite el mismo procedimiento. Mi amigo está abochornado porque todo se hace sin ningún disimulo, mientras la pobre gente que espera mira y calla. Cuando se va a repetir por tercera vez el espectáculo, le pide amablemente mayor discreción.

El conseguidor le dice que no... y a grandes voces afirma que  esta gente son PENDEJOS; y son pendejos por no usar a alguien como él para colarse. Y que si no le gusta que se vaya a España, que allá son todos unos pendejos y no saben cómo hay que hacer las cosas para que funcionen.

Como si fuera una premonición, al cabo de no mucho tiempo, mi amigo acabó viniendo a España a vivir y a trabajar. La micro-corrupción en la vida cotidiana (civil y laboral) se le hacía insoportable...

Esta historia es de los años 80... mucho antes de los Chavez, Maduro, Morales, Kirchner, etc...

¿Moraleja?: que los países con poca institucionalidad lo tienen mucho más difícil que nosotros; la pena es que posiblemente esta es parte de la herencia que los españoles del pasado dejaron en América...