domingo, 21 de junio de 2015

Reflexiones sobre la renovación en la medicina y la salud pública


En 1910 se publicó el conocido informe dirigido por Abraham Flexner "Medical Education in the United States and Canada" que marcó la renovación profunda de la formación de los médicos en Estados Unidos, y de paso, creó las bases para la medicina moderna,
en la cual los hospitales pasan a ser instituciones que combinan asistencia, docencia e investigación, se establece la relación entre universidades y hospitales, y comienza el proceso de especialización y desarrollo clínico del saber médico a gran escala.

Este informe (ahora conocido como Informe Flexner) indujo al Consejo General de Educación y a la Fundación Rockefeller a patrocinar un cambio muy amplio y sostenido; desde la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, donde trabajaba Flexner, se pone en marcha la transición hacia el hospital moderno, con la colaboración de los cuatro "gigantes de la medicina": el internista Osler, el cirujano Halsted, el patólogo Welch, y el ginecólogo Kelly.  


Lo que menos se sabe es que a la vez que se producía esta profunda renovación de la medicina asistencial, se planteaba un cambio en el enfoque de la misma, fuertemente orientado a prevenir las enfermedades (permebilizar todo el currículo médico a las ideas preventivas);  la fundación Rockefeller además decidió activar programas sobre enfermedades transmisibles a nivel internacional (fiebre amarilla, malaria, anquilostomiasis...).

La primera universidad que apoya decididamente la creación de escuelas de salud pública es la propia Johns Hopkins con una fuerte inversión al inicio de 1916 que permite crear la Escuela de Higiene y Salud Pública, que pasa en muy poco tiempo a ser un modelo internacional para el fomento de la formación, investigación e intervención en protección de la salud, prevención de la enfermedad, y promoción de la salud.

Nuestra Escuela Nacional de Sanidad, nacida en 1924, junto a otras escuelas como la de Lisboa o la de Rennes, es el resultado de este poderoso movimiento de renovación y reorientación de la medicina.



Mi reflexión parte de haber dedicado 23 años de mi carrera profesional a la Escuela Nacional de Sanidad, de haber visitado varias veces la Universidad de Johns Hopkins, y de estar profundamente convencido de que el impulso renovador de Flexner debe reorientarse hacia un modelo más integrador de la medicina clínica, ya que el proceso de subespecialización en el que ha devenido se ha convertido en inmanejable por parte de los propios profesionales. 

Creo que tanto la medicina clínica como la salud pública tienen una excelente ocasión para renovarse, para generar una narrativa integradora y colaborativa. 

Lástima que en España estemos cada vez más fuera de este discurso de ideas y trasformaciones; desde luego la Salud Pública, incomprendida siempre, y abandonada especialmente en esta última década, no va a poder formar parte de este diálogo por puro olvido y depauperación.

La propia Escuela Nacional de Sanidad, que en 9 años cumplirá su centenario, posiblemente llegue a esa fecha, pero lo hará en tal nivel de desestructuración y abandono que será más un funeral que un festival. 

Es una pena que desde hace tanto tiempo no tengamos gobiernos que gobiernen con decencia e inteligencia y altura de miras.